Fundación Televisa presenta la exposición Noir Mex

Fundación Televisa presenta, en el marco del Festival de Cine de Morelia, la exposición Noir Mex, que intenta una revisión sobre la apropiación que el cine mexicano hizo de algunos elementos y estereotipos del cine negro (entendido como una serie de características que rara vez se encuentran juntas). A través de ocho módulos temáticos se muestra la forma en que directores (como Roberto Gavaldón, Alejandro Galindo, Julio Bracho o Juan Orol), actores (como Arturo de Córdova, María Félix, Dolores del Río, David Silva), fotógrafos (como Gabriel Figueroa, Alex Phillips, Jorge Stahl o Víctor Herrera) y escenógrafos (como Gunther Gerzso, José Rodríguez Granada o Ramón Rodríguez) crearon dentro del cine mexicano su propia idea del noir.

Estas imágenes, tomadas por fotógrafos de fijas o stillmans (como Manuel Álvarez Bravo, Gabriel Figueroa, Leonardo Jiménez o Luis Márquez) contratados para registrar con fines propagandísticos las escenas filmadas por la cámara de cine, son comúnmente periféricas al hecho cinematográfico, es decir, muestran sucesos eliminados en la edición final o encuadres y posiciones realizados expresamente para la cámara de fijas. Un enriquecimiento, en paralelo a la cinematografía, del mundo noir mexicano.

-Camino del infierno, 1950. Still de una escena eliminada en la que Pedro Uribe (Pedro Armendáriz), con una prótesis de mano, hace su aparición en el cabaret La Media Luna



NOIR MEX


En medio de la escalada de la Segunda Guerra Mundial se allana el camino para el surgimiento de un género cinematográfico que, por sus hondas raíces culturales, impactaría en la industria fílmica del mundo. Crítico de aquel momento histórico, el cine negro sacó a la luz la corrupción del sistema, el desencanto de los valores y la angustia existencial de una sociedad que se desmoronaba: sus ambientes dan cuenta de una ruptura con el pasado; concretiza una visión oscura de la ciudad como lugar de desencuentros que ya no representa, como antes, la tierra prometida del "sueño americano".

Los protagonistas del cine negro siguen una lógica individualista y muestran una nueva subjetividad en la que el hombre común puede ser un criminal y verse sometido a los avatares de un destino trágico, marcado por una sociedad que antepone el valor del dinero a cualquier ética. Algunos personajes estereotípicos de este género como la femme fatale (que encarna el empoderamiento de la mujer en el ámbito laboral y sentimental) o el detective (quien se asocia a la debilidad masculina y a la ambigüedad frente a la ley), muestran sus carencias y su inutilidad en un mundo devorado por el vicio. Será la estética oscura, "coloreada" con imágenes sórdidas y violentas, enriquecida a veces por elementos oníricos y psicológicos, la marca característica del thriller norteamericano que los franceses bautizarían como cine negro (film noir).

Allende las antes mencionadas imágenes estéticas e históricas de este género, su estudio se justifica por su innegable valor cultural pues proviene de una prosapia literaria que se nutre de la novela negra así como de la tradición cinematográfica norteamericana que anuda de manera compleja varios géneros como el cine de gangsters o el cine policiaco.

Pese a la trascendencia de este género, y pese a los diversos estudios en torno al mismo, poco se ha dedicado al análisis de su impronta en la filmografía de nuestro país. Reconocer su estética en los trabajos de directores mexicanos, y dejar claros los momentos contextuales políticos y sociales que le dieron cabida, es una tarea pendiente sobre la que se hace necesario reflexionar.

-Paco el elegante, 1951. Paco Robledo (Antonio Badú) y Anita Conde (Esperanza Issa) en la entrada del cabaret Tahití


Escenarios


Mientras el campo fue para el cine mexicano el espacio simbólico donde se consagraron los valores patrios, la ciudad fue retratada como el ámbito propicio para el contraste entre el ideal de progreso y las charcas del hampa y la degradación moral. Un paisaje citadino en el que la modernidad de los nuevos espacios públicos (cines, hoteles, salones de belleza, hospitales) y privados (mansiones descomunales, exclusivos departamentos), chocan con los abigarrados tugurios donde acechan las sombras (cabarets, fumaderos de opio, billares, cafés de chinos). En esas heterotopías, las formas dantescas que duermen en la oscuridad parecen aguardar a que el protagonista las despierte y las haga visible al ojo del espectador.

Cabaret


Para el cine negro la noche es metáfora de distintos claroscuros: de la complejidad moral de sus personajes, del universo onírico que raya en pesadilla y de una modernidad resplandeciente que abre sus brazos a las pasiones, a la pérdida de la voluntad y al crimen.

Centros nocturnos, cantinas y cabarets, no solo se engarzaron con la visión mexicana de la mujer pecadora (tema primigenio de nuestro cine), también dieron cobijo a números musicales que fueron fundamentales en la construcción de la cinematografía nacional como industria de consumo masivo.

Convertidos en ritual, estos espectáculos encumbraron a la cabaretera como efigie inalcanzable. Arropada por intrincadas escenografías y traslúcidos vestuarios, este personaje fue ostentado como cliché de erotismo y seducción, aunque en su interior, como marcan nuestros cánones fílmicos más arraigados, siga librando una batalla permanente entre el pecado y la culpa.

Utilería


Las calles al ritmo de neones palpitantes no fue el único telón de fondo urbano, también los interiores dieron cobijo a las pasiones e intrigas de sus personajes. Más allá de los ambientes de cabaret, el noir mexicano intentó mostrar la ciudad a través de la modernidad de sus edificios, la grandilocuencia de algunos decorados y el evidente simulacro de ciertas escenografías.

Reflejo del interior de los personajes, estos espacios utilizaron un lenguaje propio para mostrar su indudable pretensión de elegancia. Todo este microcosmos de lujo y riqueza fue, para los personajes que solían dejarse llevar por esa seducción, otro componente fundamental para el desarrollo de la trama: la ambición.

-Hipócrita, 1949. Leonor (Leticia Palma) le muestra su amor a Gerardo de la Casa (Luis Beristáin), quien la rescató de la calle


Femme fatale


Como consecuencia de la Gran Guerra, la mujer estadounidense comenzó a ocupar espacios tradicionalmente reservados para los hombres. El cine negro creó uno de sus personajes característicos: la fría e inescrupulosa criatura capaz de seducir y manipular a los hombres con tal de cumplir sus fines.

En su versión mexicana, la mujer fatal procede de una ruta diferente. Sus raíces se encuentran en el cine de cabaret, donde lleva a cuestas una mácula moral que la persigue.

Mujer fatal


Para el personaje masculino, lo femenino se transforma en sinónimo de pasión, voluptuosidad, pérdida de la voluntad, quebranto de la decencia y rendición al crimen; para los personajes femeninos —que continuamente se materialización en el papel de la amante— la ambigüedad moral es una constante.

La decencia mexicana pocas veces permitió el cinismo pleno y la determinación absoluta de la mujer fatal clásica con un rol más activo: la manipuladora, codiciosa, cómplice o ejecutora del crimen, ese personaje central del círculo de crimen-legalidad-castigo que podría conducir a la muerte.

Tipos rudos


Más que una evolución, en el cine negro podemos encontrar un entramado de géneros antecedentes. Es por ello común percibir en él, no solo la imagen del emblemático detective sino las huellas del género policial y gansteril. El crimen organizado combate con las fuerzas del orden para mostrarnos un submundo urbano corroído por la violencia.

Somos entonces testigos del punto de vista del criminal, de su rápido ascenso social y de un triunfo que se revelará como aparente. Espacios secretos donde una partida de pool se juega a vida o muerte, bodegas clandestinas repletas de objetos robados, guaridas infectas inundadas por el humo del tabaco…

Si dentro de un género la repetición de estereotipos, personajes, espacios y tramas es fundamental, el noir mexicano también se consolida a partir de esa estética de claroscuros, sombras y ambientes fácilmente identificables.

-La diosa arrodillada, 1947. Preso del delirio, Antonio Ituarte (Arturo de Córdova) intenta estrangular a Raquel (María Félix)


El crimen


La marca característica del cine negro, lejos de buscar una posición moralizante que dé paso a la moraleja, nos presenta un entramado donde los hombres se ven compelidos a una violencia sin sentido. Se constituye como un género que presenta el desencanto de los valores como un valor en sí: un acontecimiento fílmico en el cual es posible tener empatía por el antihéroe. La relación primordial entre erotismo y muerte se hace presente en el fondo de las tramas y la estética noir.

Fiambres


En una sociedad que se desmorona, el amor y la ambición son atravesados por la muerte. Como consecuencia de la construcción de sus propios códigos morales, los personajes están permanentemente traspasados por la fatalidad. La narración suele situarse entre el crimen y el castigo (la culpa, el escarmiento divino, la cárcel), el éxito o el derrumbe, la ley y el deseo, la cordura y la locura: la vida y la muerte.

Los habitantes de este mundo se ven amenazados por sombras, enemigos que acechan desde cualquier callejón oscuro. El silencio y la penumbra solo se ven interrumpidos por el exabrupto de un disparo que anuncia el final. Moralmente ambiguos, los implicados en la trama atienden una lógica individualista; en ella, el hombre común puede ser un criminal y verse sometido a los avatares de un destino trágico marcado por una sociedad que antepone cualquier deseo o ambición a la ética común.
Con tecnología de Blogger.